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jueves, 15 de octubre de 2015

EE.UU. BUSH 2001 Bofetadas al imperio norteamericano

Bofetadas al imperio norteamericano

Diario LA NACION.Jueves 10 de mayo de 2001
El odio a los imperios es una constante de la historia. Es que los imperios no nacieron para ser amados. Una de sus funciones ha sido, al contrario, servir como blancos preferidos de las frustraciones humanas. "¿Por qué hemos fallado, por qué vivimos mal?", se han preguntado una y otra vez los pueblos periféricos. La respuesta siempre fue: "por culpa del imperio".
La cuestión no es entonces cuán explotadores han sido los imperios y si algunos lo fueron más que otros, porque "todos" ellos han cumplido la función de cargar sobre sus hombros la inmensa carga de la frustración universal.
Los Estados Unidos, el más reciente de los imperios, acaban de ser excluidos de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas con sede en Ginebra por primera vez desde su fundación en 1947. De las 53 naciones que votaron para renovar la Comisión, sólo 29 los apoyaron. No fue suficiente. Como los países del Atlántico Norte sólo poseen tres asientos en la Comisión, Francia con 52 votos, Austria con 41 y Suecia con 32, los superaron.
El agravio fue aún más fuerte, porque 43 gobiernos les habían prometido su voto a los estadounidenses. Pero 14 gobiernos los traicionaron. No se sabe cuáles, por cuanto el voto es secreto.

Imperio y democracia

Lo que más asombra no es que algunas naciones aprovecharan la ocasión para expresar sin costo, gracias al secreto del voto, su odio al imperio. Lo que más asombra es el asombro de los estadounidenses, que se repitió casi de inmediato cuando las Naciones Unidas también excluyeron a los Estados Unidos de la Oficina Internacional de Control de Drogas, nuevamente por primera vez desde 1947.
Del presidente Bush para abajo, los norteamericanos se han quejado amargamente por la "ingratitud" de los países que los abandonaron. ¿Cómo? ¿Es que todavía no aprendieron que los imperios no han nacido para ser amados?
Pero los imperios nunca se definieron a sí mismos como explotadores sino como salvadores. Su justificación más frecuente fue que aseguraban la paz en un mundo de otro modo caótico. Los romanos, exaltaban la pax romana . Los británicos, la pax britannica .
Los estadounidenses se autojustifican con una ambición todavía más alta que la paz universal. Después de haber vencido en la Guerra Fría, no sólo ofrecen la pax americana porque, fieles a la consigna que lanzó el presidente Wilson al culminar la Primera Guerra Mundial, creen que su misión es "construir un mundo seguro para la democracia".
De ahí que su expulsión de la Comisión de Derechos Humanos les suene como una afrenta. ¿No es esta comisión la encargada de velar porque en el mundo impere la democracia?

La segunda bofetada

Al ser expulsados de la Comisión, los Estados Unidos recibieron dos bofetadas. Una de ellas, la más sonora, es la menos grave. Naciones antidemocráticas pero periféricas como Cuba e Irán, cuyas prácticas antidemocráticas habían sido condenadas por la Comisión a instancias de los Estados Unidos, hicieron oír su regocijo. Sin los Estados Unidos y con miembros como Sudán, Pakistán y Togo, que se destacan por su desprecio por los derechos humanos, ¿puede esperarse acaso que la Comisión continúe militando en el futuro por la democracia?
Pero los analistas de la votación señalan que ella no habría sido posible sin la complicidad de votantes europeos. Algunos sugieren que la Unión Europea no está enojada con los Estados Unidos sino con el presidente Bush, cuya arrogancia ha querido "castigar" por oponerse a iniciativas que Europa sostiene, como el tratado de Kyoto contra la contaminación y la formación de una corte penal internacional.
Otros sugieren en cambio que los europeos van más allá porque su intención no es sólo castigar a Bush sino recuperar el centro de la historia que perdieron en las dos "guerras civiles" de 1914-1918 y 1939-1945 que abrieron las puertas del imperio estadounidense. ¿No es recuperar ese centro el objetivo fundamental de la Unión Europea?
Esta, más peligrosa, es la segunda bofetada que resonó en Ginebra. A ella, desde afuera de la Comisión pero hasta ahora condenada por ella, vino a sumarse China, la gran nación transgresora de nuestro tiempo. En el caso de los chinos y los europeos, ya no se trata sólo de odiar al imperio. La idea es llegar, un día, a reemplazarlo.

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